La entidad defiende la importancia de los productos que ‘vuelven atrás’, a sus raíces, para ir ‘hacia delante’ y lograr impacto social
MADRID, 10 (EUROPA PRESS)
BBVA ha puesto de manifiesto la importancia de «los ejemplos inspiradores» que representan los ganadores de la IV edición de los ‘Premios BBVA a los Mejores Productores Sostenibles de España’, que aúnan medio ambiente e impacto social. A pesar de que los galardones se entregaron el pasado mes de julio, la entidad ha querido reunir de nuevo a los premiados para compartir sus historias como fuente de inspiración.
Cerca de 150 candidatos se presentaron a la última edición de estos premios, realizados en colaboración con ‘El Celler de Can Roca’, con el fin de buscar ejemplos «inspiradores, sostenibles y centrados en el medio ambiente», además de reconocer «la otra cara de la sostenibilidad», es decir, el «impacto social», como ha detallado el director de pymes de BBVA en España, Alberto Cano, durante el encuentro con ocho de los diez ganadores, celebrado en edificio de ‘La Vela’.
«No solo se trata de tener un buen producto ecológico, sino que también se trata de generar un impacto social en los territorios donde se trabaja», ha destacado Cano. De este modo, ha explicado que las historias contadas durante el encuentro «son interesantes por sí mismas, pero lo más importante es cómo sirven de reflejo a otros y se proyectan hacia una sociedad que necesita conocer casos de éxito».
En el mismo sentido se ha pronunciado el chef y propietario de ‘El Celler de Can Roca’, Joan Roca, al subrayar los «maravillosos ejemplos» que conllevan las iniciativas premiadas, que persiguen «dar visibilidad a proyectos que fueran realmente transformadores y de alguna manera estuvieran también vinculados al emprendimiento y a la creatividad».
De este modo, las historias narradas durante este encuentro tienen «hilos conductores comunes», como el retorno al punto de origen. «Muchos de vosotros habéis sido capaces de volver a ese punto de origen y conseguir hacerlo montando un modelo de éxito», ha enfatizado Cano, quien ha hecho hincapié en el desarrollo de un modelo de fabricación que «vuelve atrás», a los orígenes de la tierra, para poder ir «hacia delante» y generar impacto social.
Uno de estos ejemplos viene de la mano de ‘Suerte Ampanera’, que pusieron en marcha los hermanos Juan Rafael y Alfredo González. «Cuando montamos ‘Suerte Ampanera’, teníamos trabajos y estudios totalmente distintos a los del mundo agrícola pero sentíamos una inquietud por volver a nuestro pueblo», detalla Juan Rafael. Así, lo que comenzó con un rebaño de 100 cabras «haciendo quesos y yogures en una cacerola», como ha rememorado, es un ahora un ejemplo de negocio sostenible que en 2011 ganó el premio al mejor queso de España y cuenta con 2500 cabras y 25 trabajadores.
Por su parte, Jaume Jordana pertenece a la cuarta generación de ganaderos de la empresa cárnica ‘Ecológica de los Pirineos’, cuyas explotaciones ubicadas a 2.500 metros de altura permiten aprovechar los pastos de ganadería extensiva. Su objetivo es llegar al consumidor sin intermediarios, «ofreciendo un producto tradicional con la máxima sostenibilidad posible en su fabricación y embalaje», como ha indicado Jordana, que puntualiza que la empresa familiar ha reducido en un 85% los plásticos que antes empleaban.
El caso de ‘Trasdeza Natur’ no consiste sólo en regresar a los orígenes sino que también es, en palabras de Cano, un «caso de reinvención». Esta empresa gallega de productos ecológicos deshidratados –creados con energía solar renovable– surgió tras el ERE que sufrió su fundadora, María José Tallón, quien decidió empezar a trabajar en la huerta que había heredado, como explica su marido y también propietario, Rosendo Luis Estévez. «Se dio cuenta de que podía ser un alternativa de reinvención y autoempleo», detalla, y con el objetivo de aprovechar los excedentes, le compraron un prototipo de deshidratador solar a una catedrática.
No obstante, «no vale con una explotación sostenible, hay que crear un ecosistema de colaboración en el entorno rural», como ha señalado Cano. En este sentido, ‘La Abuela Carmen’ y ‘Agromallorca’ son otros ejemplos de producción de proximidad y de cómo «una iniciativa sostenible crea a su alrededor otras iniciativas sostenibles», según ha destacado.
Para ‘La Abuela Carmen’, la irrupción de China en el mercado del ajo fue un «golpe muy duro» para el negocio familiar, en palabras de su creadora, Natividad Vaquero. Por ello, junto a diversas instituciones puso en marcha un proyecto para producir ajo negro y, finalmente, se han convertido en el primer exportador de España, además de generar un ecosistema sostenible que cuenta con la colaboración de trabajadores locales.
«Les facilitamos la semilla del ajo, asesoramiento durante el cultivo y luego les compramos esa producción. Estamos no solo obteniendo el producto de nuestra propia plantación sino también de pequeños agricultores locales», indica Vaquero.
En cuanto a ‘Agromallorca’, empresa productora del tomate autóctono de Mallorca, ha construido una economía ecológica circular con iniciativas como una planta de lombricompostaje y el uso de envases reutilizables. Además, como ha avanzado su presidenta, Isabel Vicens, han decidido dar «otro paso más y terminar de cerrar todo el círculo» con la apertura de un restaurante en el que se pueden consumir sus productos y los de sus «amigos de cooperativas».
EL PAPEL DE LAS PERSONAS
‘Bolet Ben Fet’ es una empresa catalana que se dedica al cultivo artesanal de setas. Además de generar una producción sostenible, el negocio fomenta la inclusión social ya que, según ha señalado uno de sus fundadores, Carles Díaz de Bolet, también se trata de un Centro Especial de Empleo de la cooperativa Teb Verd que da trabajo a más de 1.200 personas, de las cuales aproximadamente 800 son personas con discapacidad intelectual.
Sin embargo, como ha explicado Díaz de Bolet, al principio «no salían los números» y, gracias a una iniciativa de BBVA, los trabajadores de ‘Bolet Ben Fet’ y el banco hicieron «codo con codo» hace doce años una radiografía de la empresa, elaboraron un plan de crecimiento y, a día de hoy, continúan con su actividad.
Respecto a ‘Cortijo La Reina’, nació con el objetivo de fijar a la población en el territorio rural de Córdoba a través de la generación de empleo, como ha señalado uno de los propietarios, José María Cabrera. De este modo, comenzó a formar a 15 hortelanos y 15 ó 20 camareros y, a partir de ahí, producir «verduras ecológicas que demandan los turistas». «Pensamos que el futuro va por las personas, tratamos de formar a mucha gente y de ahí vamos escogiendo y los vamos incorporando a nuestro equipo», ha destacado Cabrera.
El encuentro también ha contado con Jorge Jiménez, miembro de una de las cinco familias que fundaron ‘BosqueSoria’ en El Royo (Soria) para frenar la despoblación. «Para que una familia viniese tenía que tener 120 hectáreas de terreno, no teníamos ese terreno, por lo que pensamos qué producto podíamos meter en el monte que sirviera para que una familia viniera sin ofrecerle una gran extensión. Nos arriesgamos a plantar frambuesas a 1.200 metros de altura», ha recordado Jiménez. De este modo, en bosques abandonados durante años ahora, por primera vez, se producen frutos como la frambuesa.
Por todo ello, las historias de todos estos productores son, a juicio de Joan Roca, «el camino a seguir». «Tenemos que producir productos de esta forma, es la única manera de que tengamos un futuro realmente optimista, de que podamos proteger la biodiversidad, volver a esos orígenes, a las raíces, volver a trabajar la tierra y volver a mirar la tierra con cariño. Os han llamado raros o locos cuando estáis haciendo cosas que tienen todo el sentido del mundo», ha recordado a todos los galardonados.